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sábado, 8 de septiembre de 2012

Hacer una película según Irving Thalberg. (Basado en hechos reales)

Cuenta la leyenda que Irving Thalberg (productor de la Metro en sus comienzos), estaba buscando un buen guionista para una película que se iba a rodar a finales de año y decidió probar suerte entre los escritores de teatro de Broadway.

El elegido fue un dramaturgo al que la prensa llamaba "la gran esperanza del teatro norteamericano", pues sus obras eran alabadas por crítica y público.

Al llegar a Hollywood, el joven dramaturgo fue llamado al despacho de Thalberg, y allí, detrás de una mesa imponente, éste expuso sus intenciones sobre el guión que debía ser escrito.

Thalberg habló durante media hora y el joven dramaturgo asentía mientras se mostraba altivo intentando hacerle comprender a Thalberg que él no necesitaba lecciones sobre escritura, pues su fama precisamente le venía de aquel campo.

Thalberg y el joven se despidieron sellando el contrato y la promesa de que tras dos meses de escritura, un guión debía ser presentado para su posterior realización.

Pasado un mes, Thalberg quiso saber como iba el trabajo pero el joven dramaturgo no respondió a sus llamadas. Pasadas otras dos semanas, Thalberg quiso saber si podía leer algo que ya estuviese escrito, pero de nuevo nadie respondió.

Cuando se cumplió el día de la entrega del guión, Thalberg esperó al joven dramaturgo en su despacho hasta la hora de comer, pero éste no se presentó. Después del postre, Thalberg ordenó ir en busca del joven dramaturgo y traerlo a su despacho.

Estaba a punto de ponerse el sol cuando el joven dramaturgo, (acompañado por una escolta) entró en el despacho y se sentó frente a Thalberg.

- ¿Y bien? - Dijo Thalberg.

Tras un instante de silencio, el joven dramaturgo comenzó a llorar y con la cara desencajada empezó a decir:

- ¡Lo siento! ¡No he escrito nada! ¡No soy capaz! ¡No sé que es el cine! ¡No sé como se escribe cine!

Su llanto se hizo más y más fuerte y al cabo de unos segundos su rostro no era diferente del de un pequeño crío que se pierde en un mercado al separarse de la mano de su madre y muestra en su llanto y en su cara todo el terror del mundo.

Thalberg comenzó a caminar y recorrió la habitación hasta que llegó a la puerta de salida. Abrió la puerta y salió. Al cabo de unos instantes entró de nuevo en la habitación. Miro alrededor y empezó a actuar como si de un actor profesional se tratase.

"Entro en una habitación. En mi mano llevo un bolso. Camino hasta pararme frente a una pequeña mesa. Abro el bolso. De él saco dos monedas de un dólar y un par de guantes negros. Pongo todo esto sobre la mesa.  En la mesa hay un teléfono. Vuelvo a tocar las dos monedas de un dólar y el par de guantes negros. Voy a la chimenea. Enciendo un fuego. Vuelvo a la mesa y tomo los guantes. Vuelvo a la chimenea y arrojo los guantes al fuego. Vuelvo a la pequeña mesita y de pronto suena el teléfono. Descuelgo y espero para oír quien llama. "¿La policía? Si, soy yo... ¿Unos guantes? No, señor... yo jamás he tenido unos guantes negros.... Muy bien, aquí les espero". Cuelgo rápidamente el teléfono y corro hasta la chimenea. Una vez allí suspiro fuertemente de alivio pues los guantes han desaparecido... Son cenizas. Vuelvo a la pequeña mesita y me siento frente a ella. Tomo las dos monedas de un dólar y empiezo a jugar con ellas mientras espero que llamen a mi puerta".

Durante toda la escena que improvisó Thalberg, tanto el joven escritor como la escolta, no pararon de observar los gestos de Thalberg con gran interés, incluso uno de ellos se mordió en dos ocasiones las uñas.

Thalberg se quedó en silencio mirando al escritor mientras jugaba con las dos monedas de un dólar entre los dedos. El silencio se extendió hasta bien entrados los dos minutos.... Al final el joven dramaturgo decidió hablar. En su voz había una extraña ansiedad, el nerviosismo que demuestran los niños que fascinados esperan el final de un cuento.

- ¿Y bien? ¿Eso es todo? ¿Qué pasa con las dos monedas de un dólar? ¿Y con la policía? ¿Y con las cenizas?

Y Thalberg contestó;

- No tengo ni idea. Sólo estaba haciendo una película.

En menos de un segundo el joven dramaturgo entendió que escribir y hacer una película era eso... Volver a cuando uno es pequeño y espera la noche, simplemente porque esa es la hora del día donde las más hermosas y tristes historias son reveladas.